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viernes, 6 de octubre de 2017

Tu mejor amigo

El propósito de la vida. Muchos personajes, desde el Neo de 'Matrix' hasta Harry Potter, pasando por Superman, Paul Atreides en 'Dune' o el John Connor de 'Terminator', se han confrontado con la revelación de ser un elegido, ser aquel señalado para salvar el mundo o derrotar al Mal con mayúsculas. Con perplejidad, y a veces desbordados por sentirse determinados a realizar tal Misión, deben encajar que su propósito en la vida sea excepcional: no son uno cualquiera, no son una mera función en un sistema. Su Misión implica una responsabilidad, y, a la vez, les hace sentir que no son meras sombras. ¿Quién no sueña con no ser ordinario, alguien intercambiable, una pieza más en un sistema? El perro protagonista de 'Tu mejor amigo' (2017), de Lasse Hallstrom, no aspira a tanto. Simplemente, se pregunta cuál es el propósito de ser arrojado a la vida. Ese es el título original, El propósito de un perro (A dog's purpose). Como cualquiera de nosotros (o de los que nos podemos plantearnos esa pregunta) este perro se pregunta para qué estamos aquí, cuál es el sentido, o cómo encontrarlo. Hay humanos que, quizás por trastornos químicos, pensaron que podría residir en transcendencias que llamaron dios o diosa o dioses según les haya dado por entidades colectivas o singulares. Probablemente porque se sentían incapaces de dotar de sentido y coherencia a sus vidas por sí mismos. Resulta complicado asumir las responsabilidades y consecuencias de los propios actos. Y en cambio sí resulta más autocomplaciente construir dioses porque no deja de ser una manera de verse reflejado en uno: esa infección humana de la compulsión de control. Un perro, en esta estimulante obra, aprende con más precisión y agudeza, sin tanto retorcimiento, a través de múltiples vidas de perros y perras (pues realmente somos tal para cual), que lo importante en la vida no es entristecerse por lo que pasó ni lamentarse por lo que no pudo ser, sino vivir el presente, lamer (o, según preferencias, acariciar) al que amas y cuando sea posible ayudar a quien necesita ser ayudado (desarrollar ese músculo que se denomina empatía). Tan simple como eso. Es lo que se denomina saber enfocar la vida.
En las diversas vidas de perro se confronta con personajes humanos que lidian con sus emociones y afectos, con su dificultad para conectar y establecer, o mantener, una relación. La incapacidad de encajar las frustraciones y, en cambio, tornarlas en bilis que se descarga sobre aquellos que supuestamente se ama. En el pasaje más largo, aquel que protagoniza el perro labrador Bailey, el padre se enquista en su amargura, la cual vierte en el alcohol, que amplifica su ofuscación biliosa, que salpica, de modo irremisible, a su familia. Pero su hijo, por su parte, tampoco será capaz de afrontar que una lesión perjudique sus aspiraciones universitarias, por lo que, en su atribulación, extiende esa infección de actitud plañidera a su relación sentimental con la mujer que ama. Como si cada faceta compusiera un escenario soñado, si una falla ya desmonta todas las piezas del sueño que se anhelaba erigir. En otros pasajes, encarnado en la pastora alemana Ellie y el corgi galésTino, se confronta, a través de un policía y una estudiante, con la dificultad de lidiar la pérdida del ser amado o con las dificultades para lograr superar las barreras de la inseguridad y los miedos, y abrirse a la posibilidad de una relación sentimental. En los últimos pasajes, con el San Bernardo Waffles, se contrasta la sequedad emocional de quien no vive junto a alguien pese a que conviva con quien se supone que es su pareja con la vida truncada de quien, por una decisión errónea, por orgullo o autocompasión, se apartó de la vida, pero se confronta décadas después con la posibilidad de reconfigurar un escenario que él mismo derrumbó aunque pensara en ese atribulado momento que fuera por la mala suerte. El azar juega, pero también nuestra voluntad.
En este escenario de soledades, de aislamientos y torpezas emocionales, que Hallstrom ha explorado en previas ocasiones ('¿A quién ama Gilbert Grape?', 'Atando cabos' o 'Una vida por delante') destaca el tratamiento del paso del tiempo. Con una admirable capacidad de concisión refleja las modificaciones del tiempo, en el cuerpo y las relaciones, en ocasiones mediante brillantes montajes secuenciales (es magnífico, y terrible, ese plano general que refleja, con sucesivos saltos en el tiempo, cómo la vida del último perro, durante un indefinido tiempo, parece condenada a estar atado a una cadena en un porche). Hace sentir tanto la necesidad vital de sentir al otro (las expresiones de la perra Ellie al policía que encarna John Ortiz, que ha perdido a la mujer que ama, para que le deje tumbarse a su lado en la cama), como la inexorabilidad del envejecimiento y la pérdida (cada secuencia de muerte de uno de los sucesivos perros es simplemente dolorosamente magistral).
Cuando a Ethan Hawke le preguntaron por qué había aceptado participar en 'En un valle de violencia' (2016), de Ti West, contestó que por las secuencias que debía interpretar junto al perro. Ante la perplejidad de la entrevistadora aclaró que nadie mejor que un perro para detectar si finges o actúas de modo impostado. Hallstrom había realizado una de sus mejores obras centradas en un perro, en 'Siempre a tu lado' (2009), inspirada en la historia real del perro akita Hachiko. Su último tramo, aquel que reflejaba el paso del tiempo de la espera del perro, en la estación del tren, al humano que ya nunca volvería porque había muerto, era un prodigio de medida sensibilidad. En 'Tu mejor amigo', logra extraer una gran expresividad de cada uno de los perros, como contraste, con sus reflexiones e interrogantes (en la versión original, con la voz de Josh Gad), de los forcejeos de los humanos con sus sentimientos y emociones, esa torpeza con la que siguen lidiando. En vez de preocuparnos de inventar entidades divinas sobrenaturales para intentar dotar de sentido nuestras incompetencias y nuestros despropósitos deberíamos quizás aprender más de los animales. Ya sólo por humildad. Quizá el propósito de un perro sea el mismo que el nuestro. Sentirse junto a alguien, que implica también sentir al otro, y vivir el presente (Be here now). Aunque los humanos parece que sigan necesitando esforzarse en su correspondiente aprendizaje. Rachel Portman compuso una espléndida banda sonora

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