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viernes, 5 de febrero de 2016

Welfare

El enfoque de Frederick Wiseman sobre las prestaciones de la Asistencia Social en Estados Unidos, en su documental 'Welfare' (1975), es el de los avatares y las desventuras de un nativo americano expoliado esperando a Godot. Su visión concreta, la sucesión de diversas solicitudes, consultas, reclamaciones o acres colisiones entre ciudadanos y funcionarios, se estructura, cual revelador paréntesis, entre dos casos que condensan esa mirada de Wiseman, condensan el cimiento abstracto de este excelente documental. El primer caso que se refleja es el de un nativo americano que intenta conseguir una tarjeta para poder disfrutar de una prestación, pero se encuentra atrapado en un bucle o laberinto, esa deriva en la que un departamento le dice que tiene que conseguir algo en otro que puede posibilitar la consecución que lo desea, pero esa deriva se convertirá en un calvario porque acabará retornando a dónde empezó, porque siempre hay algún funcionario que le diga que se lo resuelven en otro lugar o que necesita primero conseguir un requisito en otro departamento. No consigue una fotografía, como si no pudiera encontrar la constatación de su existencia, como no podrá vivir por no conseguir ese dinero de prestación social. El nativo americano no deja de escupir que si se lo rechazan es porque es un indio. En el origen está ya el desastre o la inconsistencia.
Durante el desarrollo del documental se reflejará esa condición multiétnica de una sociedad en la que si en algo coinciden todas las etnias es en sufrir precariedades o dificultades o problemas, como la joven blanca, madre soltera, que no podrá quedarse con su pequeño hijo si su novio no se desprende de su perro enfermo, o la hija que acompaña a su madre, ambas negras, en un recorrido sin fin de juzgados y departamentos para poder cobrar la pensión del padre, que se niega a facilitarla, o la pareja de latinos que no quieren abandonar la sala porque nadie parece solucionar sus necesidades, como si se redujera a un simple 'busque trabajo'. Unos y otros luchan por encontrar un resquicio para sobrevivir, para encontrar un espacio en el que poder vivir, que a veces se puede complicar, colindando con el absurdo, porque el alquiler cuesta veinticinco dolares más que la ayuda que reciben. Unos y otros buscan, demandan, soluciones, para no sentirse perdidos en una maraña. El último personaje, aquel que cita Godot, se resigna, hablando solo, mientras espera que solucionen su circunstancia, a una condena de vida, y clama, a una voz abstracta, figurada, a sí mismo, por resistencia para no desplomarse, y no ceder al desaliento. Una vida dedicada a una labor, la enseñanza, y los esfuerzos y sacrificios se difuminan como si no hubieras existido cuando tu circunstancia precaria te condena a los márgenes en los que la asistencia cada vez se enmaraña más en sus exigencias y trámites y pareces difuminarte como si no existieras, como si bregaras para no tener que desaparecer en un laberinto que conduce a la inexistencia.

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