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lunes, 22 de septiembre de 2014

El hombre que se quiso matar

Te preparas concienzudamente durante años. Dominas la materia como pocos. Se puede decir que no hay nadie más capacitado que tú para conseguir ese puesto de trabajo. Pero los cimientos de la realidad no son como pensabas. Puedes convertirte en experto del cemento armado, pero la realidad se constituye con su particular cemento armado en el que son importantes componentes la suerte y la influencia ( o mejor dicho, tener enchufes o el pertinente contacto). Sea en 1929, cuando Wenceslao Fernández Florez escribió la novela, en 1942 cuando Rafael Gil dirigió la adaptación de 'El hombre que se quiso matar', protagonizada por Antonio Casal, en 1970, cuando realizó una nueva versión protagonizada por Tony Leblanc, o en nuestros días, esa ecuación no ha prescrito. En la adaptación realizada por Fernando Fernán Gómez de 'El malvado Carabel' (1955), una de las tres sobre esta otra obra de Fernández Florez, el protagonista toma constancia de que tiene que saber mentir adecuadamente para no sólo medrar sino incluso mantener el puesto de trabajo. Se convierte, incluso, en un peculiar antecedente de un superhéroe con su traje de enmascarado. Federico (Casal) ya que no ha conseguido ese puesto para el que se había preparado como nadie, y ya que, por añadidura, o más inri (para acentuar el calvario), recibe la reprimenda de su novia desde hace siete años, quien no sólo le califica de inútil por no cumplir las promesas de establecer los necesarios cimientos de vida para proyectar su vida en común (o sea, marital), sino que incluso le abandona por fiasco, decide quitarse de en medio (más bien, de los márgenes a los que se ve arrojado), o sea matarse.
Federico prueba varias opciones, como ponerse en las vías del tranvía o del tren pero no son muy efectivas (es particularmente ingeniosa la segunda: el tren lleva una especie de recogedor para evitar atropellar algún animal que cruce las vías y es donde acaba él cual animal abandonado, en su caso, por la inconsistente trama de una sociedad que no reconoce el talento ni las capacidades). Hasta que recibe el oportuno consejo de un amigo. Si dices que te vas a matar en cuatro días, probablemente lograrás realizar durante esos días todo lo que desees, porque no tienes nada que perder, y además todos te considerarán como un extraviado capaz de todo. Durante esos días puede expresar lo que no se hace normalmente, sin ninguna cortapisa ni miedo. Protestar ante los engaños sobre los que está tramada la realidad cotidiana, como el que ejercen en los comercios o, en concreto, en los bares. O el maltrato que recibe el trabajador, como es el caso del escuchimizado periodista que le entrevista y que le reconoce que está desgañitado de tanto trabajar y poco comer. Puede decir a los ricos empresarios lo que sea porque al fin y al cabo es alguien que no puede aprovecharse de ellos es decir, los empresarios le pueden ofrecer el privilegio que sea porque no se beneficiará de ello, ya que se va a matar. O a los que sin ningún escrúpulo se aprovechan de la desgracia ajena como el empresario que le paga para que cuando se suicide lo haga portando publicidad de su vermut, aunque, como Federico apunta, parezca más bien una sota de bastos.
Fernández Florez se muestra tan corrosivo como en 'El malvado Carabel' sobre las tendencias humanas como ser social que transcienden el hecho de si es una dictadura o una (aparente) democracia, como hoy en día. Su vitriolo no ha caducado para nada con el paso de las décadas. Algo que también desentrañó con mordacidad en 'El destino se disculpa' (1945), de Jose Luís Saenz de Heredia, en la que se señala que, más allá de si hay un destino o todo es fortuito, la inconsistencia humana siempre abrirá un boquete entre propósitos y resultados, como las hay entre capacidades y resultados, como se apunta en 'El hombre que se quiso matar'. Federico toma consciencia de que en cuanto dejas de valorar la vida consigues lo que quieres. Si aprecias la vida más bien te encontrarás con unas cuantas decepciones ya que no es el rigor y la coherencia lo que predomine en la naturaleza humana.

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