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lunes, 9 de julio de 2012

La vida por delante

Photobucket Antonio (Fernando Fernán Gomez), cuando le dicen que no se preocupe demasiado por su precariedad e incertidumbre de vida presente, es decir, que tiene la vida por delante, replica que él prefería tener la vida alrededor. Hay una secuencia que condensa, por un lado, la vida (representativa) de la pareja formada por Antonio y Josefina (Analía Gadé), entre la proyección y edificación de ilusiones, el anhelo de un bienestar de estabilidad (material), y una realidad de apreturas, de vida aún 'invisible'(es un esbozo en permanente proyecto), de solar sin edificar. Y por otro, la desbordante inventiva e ingenio de esta comedia, 'La vida por delante' (1958), de Fernando Fernán Gómez (que escribe el admirable guión junto a Manuel Palacios), que no dudaría en calificar entre lo más granado del género. Un agente inmobiliario les enseña la ubicación de uno de los pisos que están mirando para elegir el que sea su hogar, su raíz, pero con lo que se encuentran es con un solar. Los contraplanos que 'ilustran' las palabras del agente describiendo las diversas estancias del aún no existente piso son los de ese vacío, los del cielo; además, las palabras surgen deun rostro que no vemos, el del agente ( porque, al ser menudo, sí vemos las cabezas de la pareja por encima de la valla, pero de él sólo vemos su sombrero, y sus manos moviéndose, como si trazaran con su batuta la edificación de un sueño). Una secuencia que refleja, impecablemente, esa 'vida comprimida', es la de la visita del amigo que representa los sueños de opulencia, Manolo (Manuel Aleixandre), soltero, que se dedica al mundo de la farandula, al que siempre ven en un deslumbrante descapotable, en contraste con ellos, meros peatones, y rodeado de sonrientes mujeres. La ironía de la secuencia proviene del contraste entre las admiradas palabras de Manolo, que expresan su envidia ( con cierto engolamiento), como si la pareja fuera la realmente afortunada (quienes han 'realizado' su vida), y las apreturas de la casa, desde ese yeso que cae del techo cuando se cierra la puerta de la calle, a cómo las puertas chocan con los muebles al abrirla, o hay que golpear las paredes para encender alguna lampara. Photobucket Incluso, los vecinos parecen que viven en la habitación de al lado, dada la cercanía de las ventanas de ambos edificios: es memorable en la secuencia inicial cuando discuten Antonio y Josefina, porque el primero no acaba de aceptar o asumir que ella también trabaje, como psiquiatra ( aunque él no tenga trabajo), y el vecino interviene dando su opinión, cual coro griego, expresando cómo ya debe asumirse esa condición de igualdad en el hecho de que hombre y mujer trabajen tanto el uno como la otra. De hecho, la narración parte de esta situación de conflicto, accesorio, realmente, o punta de iceberg, y lo plantea dirigiéndose a la cámara el propio Antonio, que nos narra su vida, 'por detrás', desde que conoció o planteó el mantener una relación a Josefina ( todo un dechado de ironía, al ambos plantear su 'proyecto' de relación en términos casi 'pragmáticos', o programáticos, o como las dos partes de un contrato que tienen que lograr un consenso en el ajuste de 'medios' y de 'fines'; él incide en los medios, como los paseos románticos, un poco de cine, de conversación, entre otros disfrutes y ella en los fines, casarse, casarse y casarse). Pero lo que centra la narración es la 'precariedad de vida', también de hiriente actualidad ( ¿cuántos hoy en día anhelamos tener esa vida alrededor, en vez de por delante?; ¿y cuántos bregamos con encontrar un trabajo aunque sea para poder sobrevivir?: Es magnífico el montaje secuencial de diversos trabajos de Antonio, de vendedor de aspiradoras y coches a extra, pasando por algo cercano a lo suyo, en un bufete de abogados (a retener la conversación que tiene en un autobús con compañeros de universidad, que revela cuán pocos han podido trabajar para lo que han estudiado; resuenan las mismas interrogantes que ahora ¿Para qué he estudiado tantos años si luego no puedo conseguir trabajar para lo que me he preparado?) y, que da pie a unas estupendas secuencias, como profesor de una clase compuesta en exclusiva de chicas (hecho que esconde a su esposa, a la que dice que son chicos, como luego ella, aunque se sulfure con él al saberlo, también le ocultará que todos sus pacientes son hombres). Photobucket En suma, su vida 'tartamudea', como lo hace el testigo del accidente del coche de Josefina, en el que también está implicado un camión con gallinas. Esta secuencia, memorable, la situaría en una antología del género ( y no sólo de la comedia española). Tras las desopilantes 'representaciones'(visualizaciones) de las distintas versiones del hecho, dadas por los conductores del camión ( que cambián en el mismo plano de versión de quiénes estaban presentes en aquella calle), y por Josefina, la intervención del testigo, encarnado por el gran Jose isbert, es asombrosa: el mismo montaje se atranca cuando él se atranca con su tartamudeo. Toda una secuencia, como un excurso en la narración, que es un soberano derroche de creatividad. La exuberancia del ingenio se conjuga, con proverbial armonía y equilibrio, con la lacerante y aguda radiografía social ( que no ha perdido, desafortunadamente, nada de actualidad). El plano final nos desvela el por qué del primer plano antes de los títulos de crédito: es el mismo; la irreductible esperanza de que el sueño venga a ellos, y se edifique por fin sin sufrir tantos pesares de precariedad e incertidumbre de vida. En suma, tener la vida alrededor ( Al año siguiente, dado el éxito cosechado, se rodaría precisamente la secuela, 'La vida alrededor'). Photobucket

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