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domingo, 15 de julio de 2012

La vida alrededor

Photobucket Esa vida alrededor que Antonio (Fernando Fernán Gómez) anhelaba en vez de tanta vida por delante ( o está bien tener ilusiones en el futuro pero cómo desgasta la precariedad del presente), en la película precedente con la misma pareja protagonista, Antonio y Josefina (Analía Gadé), 'La vida por delante' (1958), se ha convertido en una vida aún más 'comprimida', pero con un componente más 'alrededor', un hijo, que condiciona que las apreturas sean mayores, que haya que hacer acrobacias con los números (incluida una tabla con cada gasto correspondiente, en la que la tabla para diversiones es la que más prontamente decrece) para poder llegar a fin de mes.o que Antonio tenga que convertirse en multiempleado, porque con su único trabajo de oficinista (de 9 a 1) no le llega ( lo que da pie a otro ingenioso montaje secuencial de los diversos empleos en los que busca un complemento para que su economía no acabe siendo 'sumergida'). El guión que de nuevo firman Fernán Gómez y Manuel Soria (en esta ocasión, con la colaboración añadida de Florentino Soria), amplifica la cuestión de la 'responsabiliadad' (cómo ganarse la vida para poder sacar adelante la vida, y proporcionar un digno futuro a su hijo, y una ejemplaridad que haga sentir a su hijo que su padre no es un mero títere desasistido) a la propia sociedad. Ya evidenciado, como la ironía del planteamiento, desde la primeras dos primeras secuencias. En una vemos a Antonio estableciendo una punzante y exaltada crítica a la sociedad que quizá sea responsabe de que su defendido, un ladronzuelo que ha robado una cartera, se haya visto impelido a la vida al margen (es más una víctima que una amenaza). En la segunda, camina por la calle con su esposa, que halaga su intervención con admiración, cuando un chico le roba el bolso a Josefina. El talante permisivo y crítico de Antonio desaparece cuando captura al chico y, con la misma exaltación, no se plantea dejarle que se marche, porque es una peligrosa amenaza para la sociedad. Photobucket Este aspecto lo plantea en la narración, con mucha agudeza, en dos direcciones. Una sobre el mismo personaje de Antonio, a quien su esposa cuestiona como alguien sin pesonalidad, que no tiene carácter, en suma, como un pelele, facilmente manipulable por los demás (lo que no deja de ser toda una carga de profundidad sobre la sociedad de entonces), lo que lleva tanto a que el mismo Antonio interpele al espectador sobre tal cuestión (recurso que ya utilizó para narrar la película anterior; también en esta ocasión la película se estructura conun flashback tras que Antonio comparta sus angustias con sus acrobacías económicas con el espectador y empiece la evocación cuando Josefina le comunicó que estaba embarazada); y, aún más,amplifica las perspectivas con la propia Josefina, los padres y los suegros de Antonio, cada uno (dirgiendosee a cámara)dando su perspectiva sobre la 'personalidad' de Antonio (cada 'visión da pie a un ocurrente fashback en una de las secuencias más notables de la película; secuencias que, aún más, que en la película precedente incrementaban la sensación de estar ante un precedente, versión castiza, de las comedias de Woody Allen). En suma, se pone en cuestión, con sutil mordacidad, al hombre sin atributos en que convertía el regimen franquista al ciudadano común. La otra dirección tiene que ver con la transgresión de la ley,o la delincuencia, o más bien,sobre la doblez de un sistema económico capitalista rapaz y depredador, tramado sobre la doblez y el engaño, y más mezquino que la delincuencia corriente. Como apunta, en cierto momento Antonio, el derecho criminal está a la baja porque hay menos delincuentes a los que defender, ya que en esos tiempos la delincuencia ha 'evolucionado a lo mercantil'. Tamaña carga de profundidad (qué poco han cambiado las cosas, por cierto, en cincuenta años), se ejemplifica en el juicio en el que Antonio tiene que defender a quien era antes un deliincuente común, 'El agujetas' (Antonio Moran), que irónicamente, quiso dejar la delincuencia y convertirse en 'gente honrada', y por su ingenuidad en los recovecos de los contratos se ha visto complicado en unas estafas que le involucran a él (práctica que como bien se sabe no sólo se mantiene sino que se ha amplificado con el paso de los años). Photobucket Esta incisiva crítica a la corrupción de una sociedad camuflada bajo las apariencias de la 'legitimidad', en suma, su falacia consustancial (la dictadura de mercado ya existente entonces tras la dictadura ideológica), se ve amplificada por el cáustico tratamiento de 'la verdad'. 'Esa verdad que ninguno nos atrevemos a decir jamás porque nos puede acarrear la enemistad, el odio de los seres queridos, la persecusión, ¡¡¡el exilio!!!', dice un hipnotizador callejero: en este sentido, el tratamiento, como subtexto, que se realiza de la hipnosis (que también practica la esposa, psiquiatra), no deja de ser otra carga de profundidad sobre el regimen franquista y su manipulación sugestionadora, que, por otro lado, si algo no permitía es la 'verdad', so pena de que el disidente fuera 'penalizado', sino sólo su versión. Los gags de las últimas secuencias se sostienen sobre el hecho de que Antonio, hipnotizado por su esposa, se ve impelido a decir la verdad a todo el mundo, y no hay mayor demolición de la 'trama de relaciones sociales' que decir la verdad sin cortapisas, creando el caos en el mercado (¿no hay algo más contraproducente que decir la verdad cuando se quieren hacer negocios?) o en el juzgado cuando defiende a 'El agujeta' porque empieza a implicar a divesos empresarios (esplendido el montaje secuencial de cada uno de ellos, en 'cadena' recibiendo una llamada telefónica en la que les avisan de la 'fisura'). O eres un hombre sin atributos, sin personalidad,un pelele sumiso y subordinado, sólo preocupado por llegar a fin de mes, o no te callas lo que piensas, haciendo tambalear, cual 'fisura', los cimientos de una sociedad tramada sobre la hipocresía, la doblez, el engaño y la falsedad. Claro que te pueden denunciar por difamación,por no morderte la lengua ni dejar que te amordazen. Pero así es 'la vida'. ¿No hierve esta obra de rabiosa actualidad?

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