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jueves, 30 de diciembre de 2010

Sammy, huida hacia el sur

'Sammy, huida hacia el sur' (1963), de Alexander Mackendrick, adaptación de una novela de W.H Canaway, es una obra tan admirable como insólita, como lo es la gesta que narra, los siete mil kilometros que recorre, durante varios meses, Sammy (Fergus McClelland), desde Egipto a Africa del Sur. Lo que le determina a realizar este viaje es su desvalimiento tras el fallecimiento de sus padres en un bombardeo de Port Said (estamos a finales de 1956,en pleno conflicto del Canal de Suez, o la guerra del Sinai entre israelitas, con el apoyo franco-británico, y egipcios, tras que estos nacionalizaran el susodicho Canal). En la intemperie de ese desvalimiento sólo encuentra una posible orientación, por eso torna su deriva en destino, el hotel que regenta su tía en Dunbar, aunque aún no sepa ni el nombre del mismo ni de su propia tía, ni lo lejos que se encuentra, en el otro extremo del continente, en Sudáfrica. Por ello, el primer pasaje de esa peripecia será el mismo desierto en el que erra, después de que le echen de un autobús por no tener dinero. Sólo sabe que debe dirigirse hacia el sur, para lo que se sirve de la ayuda de su brújula, pero ignora qué distancia debe recorrer, ni tampoco cómo lo conseguirá. Se mueve por el impulso. El desvalimiento que busca el hogar, como quien olvida que le han extraído de cuajo el propio hogar para conseguir ponerse y mantenerse en movimiento, porque el recuerdo, en ese trance le inmovilizaría por la desesperación.
Como genuino relato de aventuras hay, por lo tanto, otra gesta, la interior, el aprendizaje que supone para Sammy esta odisea. Y es crucial, en este sentido, la relevancia en la película de la mirada. No sólo la de Sammy, sino la de otros personajes. Como un cuerpo que se configura a través una orquestación de miradas, gestos y acciones, la narración se vertebra sobre las nociones del acontecimiento y el descubrimiento. En un momento dado, ya avanzado el metraje, Sammy replica a otro personaje que él tiene ojos en la cara. Pero no es así, o no lo es hasta este último tramo. En este sentido es revelador que el primer personaje con el que se cruza, en pleno desierto, un mercader, muera con los ojos abrasados ( por una negligencia de Sammy). En varios momentos se significa la condición de despertar de la mirada. Cuando se encuentra con ese mercader es tras despertar de su sueño, como su mirada cuando despierta en la lujosa habitación de un hotel, con ese plano picado, correspondiente a su mirada, de la tela que cubre su cama. Sammy viajará, en otro pasaje de su recorrido, por un río, en una barcaza, y contempla admirado la naturaleza a su alrededor, pero aún no sabe ver. En este sentido es significativo el contrapunto del peregrino (la mirada de la sabiduría) con el que se encuentra en esa barcaza, quien le dice que todos somos peregrinos, y la vida es simplemente un viaje.
Sammy sabe a dónde se dirige, pero su mirada aún está ofuscada (sólo hace falta contrastar su despedida con el peregrino: el primer plano de la mirada de irónica consciencia del peregrino, y la forma distraída con la que se despide, en plano general, Sammy, como quien no se ha percatado de la relevancia de ese encuentro). La mirada de Sammy es una mirada que aún más bien huye, que no está enfocada. A este respecto uno de los momentos más bellos de la obra es aquel que describe su llegada en el crepúsculo a Luxor tras haber errado por el desierto solo. Los planos encuadran a las dos grandes esculturas como si fueran algo inusitado, como si se cruzara un umbral, pero no es algo advertido por Sammy. En cambio,el momento crucial será cuando mate a la leopardo, salvando la vida de Cocky (Edward G Robinson), el traficante de diamantes: cuando traigan a su cachorro se enfrentará a sí mismo en el espejo, tomando consciencia de algo que aún no había asumido, la muerte de su madre. Ya algo que había empezando a perfilarse en una secuencia precedente cuando aprendía a disparar, instruido por Cocky, como si los disparos comenzaran a abrir la brecha del tiempo en su mente, el boquete que le enfrenta a su presencia en el tiempo, y por lo tanto, al pasado y sus residuos y heridas aún no cerradas.
Para los otros personajes también representará algo. Para el mercader, la posibilidad de una recompensa; para la turista norteamericana que le recoge en Luxor alguien desvalido al que ayudar; para los amigos de ésta alguien que levanta suspicacias, sobre todo cuando descubren el dinero del mercader en su bolsillo; para el asistente griego de la norteamericana también una recompensa (con quien Sammy se reencontrará, de nuevo, posteriormente, en una serie de estupendas secuencias más inclinadas a la comedia, cuando tienen que extraerle sangre y un par de muelas); para Cocky, el hijo que no tuvo, con la satisfacción que le comporta, además, la instrucción que le proporciona, acrecentada la ilusión porque sabe que está en los últimos días de su vida
Si en la primera secuencia vemos a Sammy jugando solo en el suelo con un dispositivo que vuela ( y determinará que salga a la calle, y se libre del bombardeo), mientras su madre prepara su maleta, sin que la veamos el rostro, hasta que en un portentoso salto de eje la vemos en primer plano, en la secuencia final, este primer plano se repetirá con su tía cuando se encuentre con ella en el hotel. En el último plano su juego, en cambio, es ya el relato de sus aventuras, con su tía como oyente, y él con la piel de leopardo sobre los hombres (detalle que refrenda su aprendizaje). En la primera secuencia él estaba a la izquierda del encuadre, y su madre a la derecha, y en el plano final se invierte con Sammy y su tía (con el rostro presente; Sammy ya no esta aislado en sus juegos, como lo estaba en el ensimismamiento de la infancia, ese que aún vive más de fantasías). Sutiles maneras de reflejar un trayecto que ha supuesto una transformación.

2 comentarios:

  1. Resulta reconfortante y también un (tardío) acto de justicia cualquier reconocimiento del singular talento de Mackendrick. Curiosamente, sus películas más populares, siendo todas verdaderas perlas, no son las mejores que se concentran, en opinión de quien esto escribe, en su etapa final.
    Aquí toca hablar de "SAMMY GOING SOUTH", y al estupendo análisis efectuado por el padre de este blog, me complace añadir una coda:
    Ese recorrido geográfico de Sammy es también para el pequeño un recorrido moral, un aprendizaje de la vida en el que el constante enfrentamiento con los elementos del paisaje, la soledad y los diferentes personajes que va encontrando le irán descubriendo un mundo complicado, cruel y bello a la vez. La turista americana, el mercader sirio (magnífico episodio, el más sinuoso de la película, con ese momento imborrable en que el mercader, con un gesto de sutil homosexualidad, tapa el rostro del muchacho con un pañuelo dejando únicamente al descubierto sus ojos azules y "femeninos"...) irán marcando una evolución en el chico. Pero será su relación con Cocky, el viejo aventurero buscador de diamantes (espléndido Edward G. Robinson), en la que Sammy hallará el valor de la amistad y representará el jalón más importante hacia la madurez. Al final de la película, en Durban, encuentra a su pariente, una bien­intencionada tía, pero sabemos que ya no la necesitará para nada. La sensibilidad y elegancia en la forma de narrar de Mackendrick, la lucidez en el dibujo de sus criaturas, la sutileza en el detalle, hicieron de esta inolvidable cinta una obra bella y compleja.

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  2. De nuevo, admirables tus apuntes sobre esta extraordinaria, y no reconocida como merece, obra. Y gracia por tus palabras sobre mis comentarios. Breve su filmografía, pero concuerdo en que es una de las más sobresalientes que ha dado el cine. Incluso, la que puede ser su obra menos lograda, que es decir menos brillante,'La bella Maggie', no carece de atractivos.

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