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viernes, 17 de diciembre de 2010

Edward Everett Horton, el secundario que parecía un dibujo animado

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Edward Everett Horton ha sido uno de los más grandes y entrañables secundarios del cine estadounidense, en especial de la comedia, desde el botarate pretendiente millonario de 'Un ladrón en la alcoba' (1932), de Ernst Lubitsch, y los brillantes gags alrededor de sus denodados esfuerzos por recordar de qué conoce al nuevo secretario de la mujer que pretende (que no es otro que quién le robó en Venecia) al memorable mayordomo de 'Un gangster para un milagro' (1961), de Frank Capra. Con Lubitsch colaboró en diversas ocasiones, caso de 'Una mujer para dos' (1933), 'La viuda alegre' (1934), 'Ángel' (1937) o 'La octava mujer de Barba azul'. Con Capra había trabajado en 'Horizontes perdidos' (1937) y 'Arsénico por compasión' (1944). Además, su admirable vis cómica, cual circunspecto dibujo animado (también destacó como doblador precisamente de los mismos), brillaría en obras como 'El difunto protesta' (1941) de Alexander Hall, 'Primera plana' (1931), de Lewis Milestone, 'El diablo es una mujer' (1935), de Josef Von Sternberg, 'Vivir para gozar' (1938), de George Cukor, 'Sombrero de copa' (1935), de Mark Sandich, uno de los musicales protagonizado por el dueto Fred Astaire-Ginger Rogers en los que sería recurrente presencia secundaria, o como el sombrerero loco en 'Alicia en el país de las maravillas' (1933), de Robert Z Leonard, aunque también tocara teclas más sombrías como en 'Extraña confesión' (1944), de Douglas Sirk.

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